Simplemente Complejo
 
 
 
En esta ocasión quiero dar el pésame a mi maestro, colega y amigo, ya por treinta años, Eduardo, por la reciente pérdida de su madre.
 
Madre no hay más que una, reza el dicho popular.
 
Supongo que podemos analizar esta expresión, verdadero destilado de sabiduría popular, desde muchos puntos de vista.
 
Desde la tautología que representa el hecho biológico de la larga gestación y doloroso parto que no es, ni puede ser, compartido, sino que recae en una y sólo una madre.
 
Desde el hecho social obvio de que (en condiciones normales) siempre sabemos con absoluta certeza quién es nuestra madre. Y, sin embargo, no tiene por qué ser tan obvio, y a menudo no lo es, quién sea nuestro padre.
 
Desde el hecho familiar la situación es más compleja. Incluso si no entramos a analizar las nuevas modalidades de familia que se están desarrollando en nuestra sociedad actual. Desde el hecho familiar la madre a menudo deja ya de tener ese significado claro y meridiano. Tan a menudo la madre familiar y la madre biológica ya no coinciden. Por múltiples y variadas causas, puede habernos criado como hijo propio una madre que no fue la madre que nos parió.
 
Yo quiero fijarme en el hecho filosófico de la profunda asimetría que implica el que madre no hay más que una. Ahora hablo como varón (y esto ya introduce una asimetría). En nuestra vida nos podemos relacionar con una mujer como madre, como hermana, amiga, amante, esposa, o hija. Por supuesto cada relación podemos hacerla preciosa si es única; pero madre no hay ni puede haber más que una. Podemos o no tener hermanas, amigas, amantes, esposas e hijas, pero sólo podemos tener una y sólo una madre. Y, además, siempre tenemos una madre; de esto podemos estar seguros (por ahora).
 
Desde el hecho vital evolutivo, la madre es lo que lo hace posible. Ya sea la maternidad asexual o sexual, el acto primario de la maternidad supone la propagación de la vida. Ciertamente esto tiene muchos ángulos.
 
Los seres humanos somos capaces de desligarnos hasta cierto punto de nuestra base biológica en varios sentidos; uno de ellos consiste en no realizar el potencial de la maternidad por decisión personal consciente.
 
Curiosamente los humanos somos engendrados fisiológicamente como hembras; siempre y por defecto. El hecho de la masculinidad viene a posteriori, y han de desencadenarse toda una cascada de mecanismos fisiológicos, ordenados desde la central masculina del cromosoma Y, para que nos realicemos como tales. Cuando la orden no se materializa, nos desarrollamos plena y completamente como mujeres; alas! aunque se siga siendo genéticamente masculino. Por supuesto, en estos casos no podemos desarrollarnos como madres. (In passim, me pregunto qué comunes sean estos fallos Y-cromosómicos, y cuántos casos de maternidad no realizada se deban a esta razón.)
 
Finalmente, el impresionante avance coordinado ciencia-tecnología abre ahora una opción que mina la base misma de estos pensamientos basados en la sabiduría popular destilada tras tres mil millones de años de vida, y unos pocos de cientos de miles de años de homo sapiens. Ahora, desde apenas hace unos años, deja de ser cierto hasta el mismo hecho biológico simple de que madre no hay más que una. Ahora se abre la posibilidad de tener un óvulo donde toda la maquinaria celular proviene de una madre, la carga genética nuclear de otra y la incubación aún puede ocurrir en otra madre.
 
Y, sin embargo, madre no hay más que una. Madre, mi madre. Más allá de razonamientos y divagaciones, queda el hecho simple de esa madre que me parió, me crió, y me sigue queriendo, a lo largo de casi medio siglo. Todos esos innumerables detalles de la vida diaria, los pequeños sacrificios continuados, en silencio, sin reconocimiento. Madre. Mi madre.
 
Desde Chiclana, con todo el amor de mi madre.
 
 
 
Madre no hay más que una
jueves 13 de julio de 2006